La mujer de Edgardo Oviedo y su hijo le ganaron al terror. Después de ser liberados en septiembre de la opresión del hombre, ambos iniciaron un proceso de recuperación. Con altibajos, pero en libertad.
Cuando a principios de septiembre el drama salió a la luz todos sabían que la recuperación no iba a ser inmediata. La mujer de 61 años y su hijo de 32 habían vivido encerrados en una jaula del barrio Las Dalias por decisión de
Edgardo Oviedo (66), esposo y padre. Hoy, seis meses después, la vida de las víctimas sigue siendo difícil, pero hay señales de un cambio.
Gerardo Oviedo (33) se encuentra alojado en una institución especializada para su trastorno autista de la calle French y en las últimas horas se lanzó una campaña por redes sociales para localizarlo, ya que se había escapado. De todos modos, la alarma no trajo más malas noticias, sino todo lo contrario: poco después fue localizado por personal de la Policía Local y puesto nuevamente en control médico.
Su evolución es lenta -debió soportar una operación oncológica también- pero cuenta con el apoyo de toda una familia que, incluso, en el mes de enero le dio una gran alegría. A fines del primer mes del año su madre fue a visitarlo y se reunieron después de tanto sufrimiento.
La mujer también pudo acceder a algo que para cualquier persona es cotidiano pero que las circunstancias apremiantes de su vida le habían negado. También a fines de enero, y por primera vez en 20 años, la mujer pudo ir a una peluquería.
Hoy la historia avanza por una calle empedrada a la que hay que transitar con lentitud. Pero las calles tienen eso que tanto valor le agrega a este caso: libertad.
El terror
La historia de terror sucedió en la casa de Los Naranjos al 4000 donde Oviedo había acondicionado la parte trasera con una jaula. Allí mantuvo cautivos a su hijo autista y a su esposa, también víctima de un cuadro psiquiátrico agudo, a quiene sometió a un padecimiento extra. En el interior de esa celda, Oviedo encerraba a su hijo Gerardo Antonio y por las noches también a su esposa. Sus otros hijos, que viven en la misma cuadra con sus respectivas familias, conocían la macabra situación pero no se animaban a denunciarla.
El calabozo en el que eran encerrados el hijo y la mujer de Oviedo, en medio de suciedad y completo abandono, estaba en el fondo. Pero eso no es todo: había sido confeccionado con una reja que daba al exterior y un candado que mantenía la puerta cerrada.
Oviedo fue detenido horas después del descubrimiento y, pese a que su defensor oficial solicitó un arresto domiciliario, desde aquel día está en la cárcel de Batán.
El fiscal Alejandro Pellegrinelli inició una causa caratulada “reducción a la servidumbre”, delito que prevé penas que alcanzarían los 15 años de prisión.